Fra Angelico, monje dominico nacido en el pueblo de Vicchio, cerca de Florencia, trabajó en una época en la que el mundo de la pintura estaba cambiando. Pronto, él mismo fue reconocido como uno de los principales impulsores de dicho cambio. En su primera época Fra Angelico se dedicaba a ilustrar manuscritos. Al poco tiempo comenzó a pintar retablos y trípticos para altares, destacando como uno de los mejores artistas de su época. Es, no obstante, en la pintura al fresco, donde Fra Angelico encontró la posibilidad de empezar a experimentar con la perspectiva y el claroscuro. Su fama creció hasta ser llamado a Roma por el Papa Eugenio IV para decorar la Capilla del Sacramento de San Pedro. Su sucesor, Nicolas V, quedó tan impresionado por la obra del artista que le llegó a ofrecer el puesto de Arzobispo de Florencia. Fra Angelico declinó la oferta prefiriendo una vida modesta y tranquila dedicada a la pintura en su monasterio.